Varados en medio de la epidemia
“Tenía que esperar más de 20 días sobre el barco. Hacia meses que esperaba llegar al puerto y gozar de la primavera en tierra, pero hubo una epidemia y nos vetaron bajar.
Los primeros días fueron duros, luego empecé a contestar a aquellas imposiciones usando la lógica. Sabia que tras 21 días de este comportamiento se crea una costumbre.
En vez de lamentarme y crear costumbres desastrosas, empecé a portarme de manera diferente a todos los demás.
Empecé con el alimento. Me impuse comer la mitad de cuanto comía habitualmente; luego comencé a seleccionar los alimentos más digeribles, para no sobrecargar mi cuerpo. Pasé a nutrirme de alimentos que, por tradición, habían mantenido a los seres humanos saludables.
El paso siguiente fue unir a esto una depuración de pensamientos malsanos y tener cada vez más pensamientos elevados y nobles.
Me impuse leer al menos una página cada día de un libro que no conocía, hacer ejercicios físicos y hacer profundas respiraciones completas cada mañana.
Creo que mis pulmones nunca habían llegado a tal capacidad y fuerza.
La tarde era la hora de las oraciones, la hora de dar las gracias; a una entidad cualquiera por no haberme dado, el destino, privaciones serias durante toda mi vida.
El hindú me había aconsejado acostumbrarme a imaginar, la luz entrar en mí y hacerme más fuerte.
En vez de pensar en todo lo que no podía hacer, pensaba en lo que habría hecho una vez bajado a tierra. Visualizaba las escenas cada día, las vivía intensamente y gozaba de la espera.
Todo lo que podemos obtener en seguida, nunca es interesante. La espera sublima el deseo y lo hace más poderoso.
Me había privado de alimentos suculentos, de botellas de ron. Me había privado de jugar a las cartas, de dormir mucho, de ociar, de pensar solo en lo que me habían quitado.
Aprendizaje
“¿Cómo acabó capitán?”
“Adquirí todas aquellas costumbres nuevas. Me dejaron bajar después de mucho más tiempo del previsto».
“¿Os privaron de la primavera entonces?”
“Sí, aquel año me privaron de la primavera y de muchas cosas más, pero yo había florecido igualmente, me había llevado la primavera dentro, y nadie nunca más podrá quitármela»
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